Eran las seis de la tarde de un día laborable. John Filth me había dejado un mensaje citándome en el Beirut dentro de media hora. Por lo visto una fuente bastante fiable le había pasado información referente al "Caso Mónica". Filth era un contable cuya principal ocupación consistía en el blanqueo del capital de todo aquel que le ofreciera un módico diez por ciento del activo. En sus ratos libres, y para sacarse un sobresueldo, se dedicaba al tráfico de información. En otras palabras, era mi soplón de confianza. Si es que eso es posible.
El Beirut se encontraba en el Paseo Central. Era oscuro y cochambroso pero me quedaba cerca y con frecuencia me dejaba caer por allí. Además estaba regentado por mi buena amiga Green, que no me cobraba las copas. A cambio ella tenía total impunidad para escarbar en mi vida privada y total libertad para organizarme citas a ciegas, a posteriori totalmente infructuosas. Era un pacto tácito al que no estábamos dispuestos a renunciar.
Al llegar allí distinguí a Filth al instante. Estaba sentado en una mesa situada al fondo del local, con una jarra de cerveza en una mano y un cigarrillo en la otra.
Después de saludar debidamente a Green y servirme una cerveza, me encendí un cigarrillo y fui a sentarme junto a él. Como de costumbre lucía impecable. Traje, corbata y zapatos de diseño. Afeitado apurado y brillantina. Y esa sonrisa a medio camino entre la prepotencia y la suficiencia.
Al intuir mi presencia Filth me tendió la mano. Después de la encajada de rigor me alcanzó un sobre cerrado de tamaño mediano. Le pagué lo acordado. Otra encajada y me dispuse a marcharme. Filth exclamó:
- ¿Has estado en Londres Filters?